Silenciar a tu alma es silenciarte a ti misma, entera. Diría la Estrella.
Acallar la voz de lo que tu alma quiere expresar no es silencio, es muerte. Es tu energía de vida apagándose lentamente.
Detrás del silencio hay un sinfín de argumentos sensatos que lo justifican. Quizás sientes que aún no tienes los suficientes conocimientos como para exponer tu opinión de manera razonada; puede ser que pienses que tu opinión no tiene valor porqué no eres experta en esa cuestión; o que llevas lo que tú consideras demasiado poco tiempo en esa área de conocimiento; quizás algo parecido a “si mi visión no aporta nada nuevo es mejor no expresarla”; a lo mejor sientes demasiada responsabilidad en tus palabras o te frena lo que otras personas puedan pensar de tus opiniones o tengas miedo a incomodar y molestar… y así un interminable etcétera de argumentos lógicos que te mantienen en el mismo lugar de siempre, callada y segura. Y apagándote cada día un poco más.
Todos estos argumentos en la superficie están llenos de sensatez cognitiva pero si escarbamos un poco más profundo muy probablemente veremos que responden mucho más al miedo que a la sensatez. Al miedo original de no haber sido vistas, reconocidas y amadas por ser quiénes somos.
En mi caso, no sé si en el tuyo también, ha sido -y siempre lo será- un miedo absolutamente coherente con mi historia de vida y con las memorias inconscientes grabadas en mi sistema nervioso. Como te decía, a lo largo de mi vida, y especialmente en mi niñez, viví situaciones en las que entendí que la expresión genuina de mi ser me alejaba de ser aceptada y amada. Y en mi inconsciente quedó un mandato de supervivencia (por no llamarle trauma) parecido a “si quieres pertenecer no debes mostrar tu expresión genuina”.
Aunque quieras hacerlo no siempre puedes expresar tu voz. Hay momentos en los que aún no tienes la capacidad de sostener tu propio poder o no puedes sostener las consecuencias que puede generar el dar tu opinión, el expresar tu visión, el decir un no o el poner un límite. Aún no has generado la capacidad de sostener ser quién eres.
Para poder mostrar tu voz libremente debes primero sentirte segura en tu ser, tu sistema nervioso debe poder sostener la fuerza de tu verdad, el voltaje que sentirás al incomodar, el poder de tu mirada única, la responsabilidad de tu opinión propia y también, debes poder sostener las heridas primarias que se despertarán cuando hagas aquello que llevas tanto tiempo silenciando.
Y conseguir sentirte segura aquí, es un proceso que conlleva tiempo y trabajo consciente. A mi me ha llevado casi 40 años verme y poder sostener mi expresión. Y lo que me queda.
Dentro del desarrollo personal hay una corriente muy extendida que reparte mantras del tipo “sé tú misma, solo tienes que permitírtelo, muéstrate tal y cómo eres”. Y lejos de aportar centro y verdad siento que son mensajes vacíos y simplistas, que tienen el gran peligro de generar más frustración a personas que ya de por si nos sentimos en competición en un mundo que nos dice que nunca somos suficiente. Se obvia el trabajo consciente y no se respeta el proceso individual de cada una.
Tomar la responsabilidad de poner consciencia sobre quién soy, qué quiero y cuál es mi expresión es un trabajo consciente para toda la vida, y nada tiene que ver (o al menos para mí no ha sido así) con repetir afirmaciones, encender velas y obviar lo que es más incómodo de mirar. Esto no funciona así. Por muy buena intención que haya detrás.
Durante gran parte de nuestro recorrido vital no podemos ver más allá de nuestro personaje, ese mecanismo de supervivencia que es el que nos mantiene vivas y unidas al clan. Y, por supervivencia, nos cuesta conectar con esa parte más esencial y genuina de nosotras.
Así que la presión y la expectativa de expresarnos auténticamente todo el rato sin fisuras y mostrarnos genuinas siempre sin censura es otra carga más del mundo del desarrollo personal que, en algunas ocasiones, no toma en consideración el proceso individual y el trabajo consciente.
Tener el objetivo de alcanzar ser una mujer absolutamente auténtica que expresa libremente todo su poder es, de nuevo, poner nuestra plenitud en un futuro lejano y en un lugar que no es el ahora. Es no respetar nuestra historia personal y cómo se está mostrando en el presente. Es creer que ahora no eres suficiente tal y como eres. Es comprar el relato capitalista que siempre hay una mejor versión de ti. Es la ingenuidad de creer que hay que conseguir una meta futura en vez de entender que el proceso, el camino y quién somos ahora mientras caminamos, esto es la vida. Y allí está nuestra voz. La que puede ser expresada y sostenida en este momento.
Siento que sería mucho más amoroso, respetuoso y honesto tener como objetivo no tanto el conseguir ser auténticamente una misma, ya que en realidad ya lo somos todo el tiempo (aunque quizás nos cueste vernos y mostrarnos). Sino que dirigiría el foco en poner consciencia en el presente, en la escucha de la sabiduría interna en el ahora. Todo aquello que se hace consciente ahora es porqué ahora lo puedes sostener, tu propia sabiduría interna irá marcando el tempo e irá desvelando esas partes que ahora pueden florecer, pueden ser vistas y trabajadas y pueden ir dando paso a quién eres ahora y a la expresión de ti misma que ahora puedes sustentar.
Esa escucha interna consciente te dirá sin dudar aquello ahora puedes mostrar de ti misma sintiéndote segura. Y poco a poco irás ampliando las costuras de tu propia capacidad de expresión, respetándote y valorándote. Sin exigencia y sin presión. Siendo amable con tu historia personal y con lo que ha sido necesario ser para llegar hasta aquí.
La voz que ahora mostramos tiene todo el valor, te diría la Estrella. Porqué es la que ahora podemos sostener. La voz que ahora expresamos ya es única y genuina, porqué pertenece al presente, que es la vida ahora y siempre.
Un abrazo,
Laura